En aquel domingo 7 de julio Gaby estudiaba en el pequeño escritorio del minúsculo apartamento de Casteldefells. Después de aprobar las oposiciones de Técnico de Hacienda compaginándolas con su carrera futbolística en equipos de segunda B, no se conformó y continuó con la promoción interna al Cuerpo Superior de Inspectores de Hacienda del Estado. Recitaba todavía en voz baja, cuidándose de no despertar a Marina, su mujer y a los vecinos a las 8 y media de la mañana: “Tema 29, Irpf, Artículo 22 de la Ley 35/2006, Tendrán la consideración de rendimientos íntegros procedentes de la titularidad de bienes inmuebles rústicos y urbanos o de derechos reales que recaigan sobre ellos, todos los que se deriven del arrendamiento o de la constitución o cesión de derechos o facultades de uso o disfrute sobre aquéllos, cualquiera que sea su denominación o naturaleza…” La rutina de estudio de lunes a viernes la llevaba con entereza, el sábado descansaba, pero el domingo era muy duro, se obligaba a levantarse temprano mientras los demás disfrutaban de un día de playa, o un simple paseo. Para un opositor, la rutina es básica; el despertador sonaba no muy temprano, a las 8 de la mañana. Después tomaba un café cargado en taza de desayuno y se sentaba enfrente de los apuntes subrayados del CEF. Por la pequeña ventana comenzaban a penetrar los rayos de un día de sol espléndido. El apartamento era pequeño y antiguo, pero por la pequeña ventanita se veía el mar y eso fue lo que le enamoró y convenció. A esas horas la playa estaba aún desierta, en aquella época no había tantos runners domingueros y los pocos que corrían no se hacían llamar runners ni vestían esas prendas chillonas ridículas que abundan hoy en día. Desde que sufría los amaneceres en Madrid había soñado con vivir en un chalet con vistas al mar. Nacido en Granada, estudió en el colegio Maristas hasta los 9 años. Empezó a pegar sus primeras patadas a un balón Mikasa, comprado en Deportes Récord. Cuando su padre llegó con la pelota a casa, le pareció el día más maravilloso de su vida. También lo hizo el más triste cuando un niño de los mayores, de unos 13 años, le quitó el balón golpeándolo con tanta fuerza que fue a parar al balcón de un piso abandonado del Carril del Picón. Aquel día llegó a su casa llorando. Su madre lo cogió en brazos y le dijo: – No te preocupes, te compraré uno nuevo. Pero el pequeño Gabriel le contestó: – No, mamá, ha sido culpa mía por dejar que me quitaran el balón. -Este niño es muy duro, escuchó como su madre le decía a su padre en la cocina. – Como tiene que ser, dijo el padre. A los 10 años, debido a cambios en la empresa (en realidad una nueva crisis motivó que su padre fuera despedido) se mudaron a Málaga, Primero destacó en los Maristas de Granada, luego en el juvenil del Granada 74, y más tarde lo ficharon para el juvenil del Málaga Cf, donde llegó a debutar en 2ª, ya con contrato profesional. Mientras sus compañeros del Juvenil jugaban a la playstation, él preparaba las oposiciones de técnico de Hacienda. Como era de esperar, los compañeros se cachondeaban de él continuamente: “ ¡Opositer ¡, que te vas a quedar ciego.. Hacienda somos todos, ja,ja, Esta noche me tomo 3 Black label a tu salud.. Ahora en los finales de su carrera, después de varias decepciones con los entrenadores y lesiones de rodilla, en los finales de su carrera, logró enganchar un contrato de 2 años en el Nastic de Tarragona. Después de la disciplina monástica que se autoimponía de estudiar un tema y cantar al menos otro de Tributario, bajaba al café de la esquina a tomar otro café cargado, esta vez de máquina y un pan tumaca, como se dice en esas tierras al pitufo de aceite y tomate de Málaga. – Hola, Serge – Hola, Gaby, ¿qué tal? – A ver si tienes El mundo por ahí – ¿El mundo deportivo? – No me jodas, ni me nombres esa basura – Anda, toma la Vanguardia y cállate un poquito, ya sabes que el patrón no compra periódicos de derechas.. Mientras esperaba su periódico dominical, concentro la vista en el mar, intentando olvidar los rendimientos de IRPF por un momento. Ese día las olas gobernaban el paisaje, y le hacían sentir débil, indefenso, casi infantil. Ensimismado en la espuma, las gaviotas y el capital inmobiliario, no escuchó: Gaby, Gaby, hasta que le sobresaltó una caricia en el hombro.. ¡ Carolina, qué guapísima estás! ¡ Gracias, dijo ruborizada! ¿Cuánto tiempo hace, 4 años?.. ¿Qué haces por Castefa, ja,ja? Carolina eran los ojos azules más bonitos del curso de Madrid del Cuerpo Técnico. Gaby estaba pasando una crisis por la distancia con Marina, en esos días su novia y actualmente su esposa y estuvo intentándolo con Carolina. Pero en aquellos años ella tenía un novio tontorrón, bastante pánfilo, que no le hacía caso ni le valoraba, regalándole desplantes siempre que podía. – Me destinaron a Canarias, ya sabes, pero aquello no era lo mío y me han llamado de un bufete internacional aquí en Barcelona.. – No me digas, mírala, ¡enhorabuena! Estuvieron poniéndose al día 15 minutos evitando la pregunta, hasta que Gaby se atrevió: – ¿Sigues con Fernando? – Bueno, se vino a vivir conmigo en Canarias, pero me pasó una cosa, bueno, En ese momento sonó el móvil de Gaby. Era Marina. – ¿Dónde estás? – Hola, esto. Pues nada, lo de siempre, he tomado café y ahora estoy en la panadería, ya vuelvo a casa corriendo. Entonces Carolina también le dijo, – ¡Ah, vale, yo también tengo prisa! – ¡ Llámame! – Claro, por supuesto…